HUELGA GENERAL DE 48 HORAS

Paremos los recortes, unamos las luchas

Abajo el gobierno en crisis del PP,  avancemos hacia una alternativa real de los trabajadores



15/09/2012, Ángel Morano, SR Barcelona

La evolución de las políticas de austeridad

Mayo de 2010 supuso el inicio de las políticas de austeridad que día tras día ahogan cada vez más a la economía y estrangulan las condiciones de vida de la clase trabajadora española.
Aquel primer recorte de Zapatero, considerado en ese momento como el mayor ataque contra la clase trabajadora en décadas, parece poca cosa comparado con lo que ha venido después. 

Primero el gobierno del PSOE y posteriormente el del PP han ido apretando la tuerca cada vez más y más rápido, acatando sumisamente las “recomendaciones” de la Troika y doblegándose ante los intereses de los “mercados”.  Poca gente tiene ya dudas de que esta estrategia es la escogida por los grandes poderes económicos para hacer pagar a la clase trabajadora la factura de los excesos cometidos por el capitalismo financiero con el objetivo de seguir aumentando a toda costa sus cuentas de resultados.
Estos ataques contra los derechos y niveles de vida de los trabajadores, apoyados en la gran maquinaria mediática de la que disponen, han ido creciendo en número e intensidad desde el primer momento. Su crecimiento ha sido claramente exponencial y no hay ningún indicio de que se vayan a detener por la voluntad de los que los llevan a cabo y mucho menos de que vayan a servir para solucionar la actual situación.

La evolución de la lucha de clases

Sin embargo, si analizamos la evolución de la resistencia mostrada por parte de la clase trabajadora desde ese momento, podemos ver que ni mucho menos ha seguido esa tendencia exponencial. La huelga general del 29-S de 2010, el estallido de los indignados el 15-M de 2011, la huelga general del 29-M de 2012 han sido los puntos más altos de esa resistencia. Todos ellos tuvieron un impacto en el nivel de conciencia de los trabajadores, pero todos ellos fueron seguidos de largos periodos de desencanto y desmovilización. La falta de verdadera intención de continuar con las movilizaciones por parte de las cúpulas de los principales sindicatos en unos casos, y la falta de contenidos políticos y de verdaderas alternativas de salida a la crisis en otros, sumados a la no obtención de victorias significativas son las principales razones de esta tendencia cíclica en el nivel de intensidad de la lucha de clases.
Paralelamente a estos puntos álgidos se ha ido gestando poco a poco una gran cantidad de luchas sectoriales, que aunque también han tenido altibajos han ido progresivamente aumentando el nivel de lucha y conciencia de grandes sectores de población. La defensa de servicios públicos como la sanidad, la educación y el transporte y la actitud combativa de muchos trabajadores  que ven amenazados sus puestos de trabajo en numerosas empresas son ejemplos significativos. La principal carencia de estos movimientos es su excesiva atomización, su falta de coordinación y de una dirección sindical que canalice correctamente todas estas luchas.

De la misma manera, numerosas luchas llevadas a cabo por los movimientos sociales que trabajan en sectores como la inmigración, el medioambiente, la igualdad de derechos entre hombres y mujeres o las personas en situación de dependencia, padecen de las mismas carencias: atomización y falta de coordinación y de contenido político.

La nueva fase

Al gobierno de Rajoy se le multiplican los problemas y su ahondamiento en las políticas de austeridad no va a conseguir revertir la situación.
Ni el primer ni el más que probable segundo rescate “suave” van a evitar la desconfianza de los mercados ya que ésta, desde la óptica capitalista, está basada en la incapacidad del gobierno para seguir implantando las reformas “necesarias”  y seguir con la hoja de ruta que impone la Troika. Los objetivos de déficit son actualmente inasumibles, la caída del PIB es inevitable, el desempleo sigue desbocado, la fuga de capitales aumenta día tras día, las dudas sobre la solvencia de las comunidades autónomas son enormes y las consecuencias de los rescates autonómicos traen asociadas dificultades en el difícil equilibrio con las nacionalidades históricas.
Al mismo tiempo, el gobierno de Rajoy empieza a mostrar claros signos de desgaste tan solo unos meses después de su elección por mayoría absoluta. Su estimación de voto en unas hipotéticas elecciones generales ha caído estrepitosamente (hasta un 15% según algunos sondeos), sus perspectivas ante las próximas elecciones vascas y gallegas son nefastas e incluso se empiezan a evidenciar tensiones internas entre diferentes miembros del gobierno.
Esta situación da una oportunidad a los trabajadores para aumentar su presión y algunos sectores así parecen haberlo entendido. Las masivas y unitarias manifestaciones del 19 de julio, la heroica huelga de los mineros, las expropiaciones y la marcha llevada a cabo por el SAT, parecen introducirnos en una nueva etapa.
Para que estas luchas empiecen a dar resultados es imprescindible que los trabajadores se den cuenta de que la lucha no es individual sino global, que solamente combatiendo organizada y conjuntamente se pude vencer a una clase capitalista que cuenta con un arsenal de recursos e instituciones. En esta situación los sindicatos, las bases sindicales más concretamente, han de cumplir un rol esencial que hasta ahora han dejado en manos de sus direcciones burocratizadas y presionar por la unificación y la intensificación de las movilizaciones haciendo que su evolución sea también exponencial y no cíclica.
Esto nos metería de lleno en una nueva fase que haría aumentar el nivel de conciencia de los trabajadores y que llevaría a buscar una salida a la crisis distinta de las que los gobiernos burgueses (da igual que sea del PP, del PSOE o de tecnócratas) puede ofrecer.
Esa salida solo es viable si se lleva a cabo por parte de una organización política dotada de un programa claramente socialista que ponga bajo control democrático de los trabajadores los sectores estratégicos de la economía del país. La nacionalización de la banca y la no aceptación de una deuda ilegítima sería el primer paso importante para romper con la lógica capitalista. Solamente un gobierno de los trabajadores estaría dispuesto a llevar a cabo medidas de este tipo.
Al mismo tiempo, el impacto que algo así tendría sobre los trabajadores de otros estados de la Unión Europea sería enorme, principalmente sobre aquellos que están sufriendo políticas de austeridad tan o más fuertes que el Estado Español. Una mayor coordinación de las luchas a nivel europeo también se antoja necesaria para plantar cara a las políticas impuestas desde la Troika.

Desde Socialismo Revolucionario demandamos:

  • Una huelga general de 48 horas, controlada democráticamente por los trabajadores, como siguiente paso dentro de una estrategia de intensificación de la lucha.
  • Una mayor coordinación de las luchas llevadas a cabo por los trabajadores con el objetivo de que formen parte de una única lucha global contra los ataques de la clase capitalista. Esta coordinación debe ser no solamente estatal sino internacional, para lo cual una huelga general de 24 horas en todos los “PIGS” sería un primer paso importante.
  • Una mayor presión por parte de las bases sindicales para acabar con la política pactista y de movilización moderada llevada a cabo por los dirigentes sindicales.
  • Un proceso de convergencia desde la izquierda y los movimientos sociales para construir desde abajo una organización que apueste por un gobierno de los trabajadores dotado de un verdadero programa socialista como alternativa de salida de la crisis.