LA LUCHA DE CLASES ESTALLA EN SUDÁFRICA


11/11/2012, Victoria Lara, SR Gran Canaria
El 16 de agosto de este año, 34 mineros de la empresa Lonmin, en Marikana, que estaban en huelga para aumentar su salario de miseria de 4.000 rand al mes (aproximadamente, 357 euros) a 12.500 rand (unos 1.120 euros), murieron por disparos de la policía. Otros muchos fueron heridos, y más de 200 arrestados. A pesar de esta brutalidad policial, los mineros no retrocedieron en su lucha, continuaron con la huelga, y a mediados de septiembre consiguieron un aumento de salario del 22% y un pago de 2.000 rand en compensación por los salarios perdidos durante el paro.
Pero la lucha de los mineros sudafricanos, y de muchos otros trabajadores de otros sectores, no ha hecho más que comenzar. El 13 de octubre se constituyó un Comité Nacional de Coordinación de Huelga del sector de la minería, que ha realizado también un llamamiento para una huelga general de todos los sectores, y una marcha en Pretoria hasta la sede del gobierno en esta ciudad. La propuesta es que la demanda principal de la huelga general sea la de un salario mínimo de 12.500 rand al mes, pero entre muchos trabajadores se están popularizando ya demandas como la nacionalización de la minería y otros sectores claves de la economía, la planificación democrática de la economía por los trabajadores, y también la idea de la creación de un partido de masas de los trabajadores que verdaderamente defienda sus intereses.
En la popularización de estas ideas y demandas y en la coordinación de las huelgas del sector minero, está jugando un papel fundamental el DSM (siglas en inglés de Movimiento Democrático Socialista), CIT en Sudáfrica. Además, el DSM sigue insistiendo en la necesidad de presionar a la policía, y a los partidos sudafricanos para que se haga justicia con las víctimas de la masacre de Marikana y sus familias.
Aunque se ha intentado tildar a los mineros de Marikana como violentos, y a su huelga una simple muestra de rivalidad entre los sindicatos NUM (siglas en inglés de Sindicato Nacional de Minería), y AMCU (en inglés, Asociación de Sindicatos de Minería y Construcción), éste último una escisión de NUM, lo cierto es que los trabajadores organizaron la huelga con independencia de los dos sindicatos. El papel de NUM durante la huelga, que no apoyó a los mineros y dejó que la huelga se considerara “ilegal”, y que más tarde intentó romperla, ha hecho que muchos trabajadores hayan perdido la confianza en este sindicato, así como en la federación sindical de la que forma parte, Cosatu. Lo cierto es que si NUM hubiera apoyado la huelga, seguramente no hubiera existido una masacre de Marikana.
Un total de seis trabajadores murieron en enfrentamientos con la policía o con la seguridad de la empresa Lonmin entre el 10 de agosto, día que comenzó la huelga, y el 16. También murieron en estos días dos guardias de seguridad y dos policías, pero las circunstancias de estas últimas aún no están claras. Sin embargo, esto sirvió para acusar a los mineros de ser los causantes de la violencia. Esta propaganda, defendida por todas las fuerzas en la alianza tripartita gobernante (el Congreso Nacional Africano, Cosatu y el Partido Comunista de Sudáfrica) e incluso por NUM, llegó a sostener que el 16 de agosto la policía había actuado en defensa propia.
Los testimonios de los trabajadores confirman que se trató de una acción premeditada para ahogar la huelga en un baño de sangre. Por ejemplo, los trabajadores han comentado como la policía los cercó con alambres de espinos, mientras que sobre la única salida a éstos llovían las balas. Además, se han encontrado evidencias de disparos lejos de donde las cámaras de televisión se encontraban, y de que algunos mineros huían o estaban con las manos en alto cuando los dispararon.
Las imágenes de esta masacre dieron la vuelta al mundo y provocaron acciones de protestas por las muertes, y de solidaridad con los mineros a nivel internacional. A su vez, la gran rabia que sentían los mineros por estas muertes aumentó su determinación en la lucha y su unión, y su huelga no terminó hasta que no se lograron los acuerdos de subida salarial que, dadas las circunstancias de extrema represión, se consideraron un éxito.
Este acuerdo, sin embargo, no devolvió la “paz social” a la zona o al sector de la minería. El papel de los comités de huelga, incluyendo el nuevo comité nacional, en el que ha tenido un papel destacado el DSM, ha sido fundamental para saltar sobre un sistema sindical burocratizado que hacía las huelgas prácticamente inviables o ilegales. En octubre, 100.000 mineros de diferentes regiones se encontraban en huelga, otros muchos trabajadores de otros sectores estaban en proceso de decidir sobre estas acciones, y con el Comité Nacional de Coordinación de Huelga se abre la perspectiva a los trabajadores de continuar la lucha a través de una huelga general y de otras acciones coordinadas a nivel estatal. Su importancia los ha hecho saltar incluso a los medios de comunicación, donde representantes como Mametlwe Sebei, miembro del DSM y del Comité de Huelga en Marikana, han sido capaces de defender las ideas de nacionalización de la industria minera bajo control democrático de los trabajadores, y de una transformación socialista de la sociedad.  
Al mismo tiempo continúa la represión de las regiones mineras, con un estado de emergencia no declarado oficialmente en el que abundan las detenciones y torturas de activistas, disparos con pelotas de gomas sobre manifestantes, etc. De esta forma los trabajadores han podido comprobar cuál es el verdadero carácter del Congreso Nacional Africano: el de defensor de los intereses de una nueva minoría rica, esta vez negra, y facilitador de la explotación de los trabajadores a partir de políticas neoliberales y de medidas represivas brutales sobre los trabajadores en huelga. El partido que fue considerado pieza fundamental en la lucha contra el apartheid, y defensor de los trabajadores, ahora se ve salpicado por escándalos de corrupción, y fuertemente dividido en facciones, aunque no sobre principios sino simplemente en una lucha por el poder.
La reciente experiencia de los mineros, ha hecho que muchos trabajadores vean claramente la necesidad de formar su propio partido, un partido que defienda las demandas de los trabajadores, entre las que tiene un lugar primordial la nacionalización de las grandes riquezas de Sudáfrica, para que pasen de las manos de la minoría rica que las acumula al servicio de la sociedad a través de una planificación democrática de la economía y acabar con las desigualdades y la pobreza de este país. Con la formación de este partido, están comprometidos tanto el DSM como el CIT.