El mes de Septiembre se presenta cargado de movilizaciones, convocatorias decisivas para el futuro del movimiento social contra las políticas de recortes dictadas por los mercados. Dos fechas han suscitado, por encima de todas, una mayor atención: 15S y 25S. Por una parte, los sindicatos mayoritarios llaman a la ciudadanía a tomar Madrid el 15 de Septiembre. Además de movilizar a sus bases, CCOO y UGT pretenden demostrar ese día que sus peticiones cuentan con un gran respaldo social, algo vital de cara a una inminente convocatoria de huelga general prevista para el mes de Noviembre. Por ello CCOO y UGT se han rodeado de casi un centenar de organizaciones sociales, que forman juntas la llamada Cumbre Social contra los recortes y las políticas de austeridad. Por otro lado, las redes sociales han popularizado una convocatoria inicialmente anónima que llamaba a Ocupar el Congreso y culminar el "proceso destituyente" que comenzó la primavera pasada. La iniciativa ha generado un amplio debate en el seno del movimiento 15M: aunque la mayor parte de asambleas han reformulado la propuesta inicial para mantenerse fieles a los principios pacifistas del movimiento y llaman ahora a "Rodear el Congreso", otras la han acogido con entusiasmo como punto de partida de una nueva fase en el movimiento.
Este baile de fechas manifiesta lamentablemente el débil espíritu de unidad existente entre las organizaciones políticas, sindicales y sociales del Estado español. Lejos de participar en el diseño de una estrategia común de contestación contra los recortes, las cúpulas sindicales y la dirección en la sombra del movimiento "autónomo" se ignoran mutuamente, como si las convocatorias del 15S y el 25S fueran excluyentes y bastaran por sí mismas para frenar la avalancha de recortes que se nos viene encima. Y sin embargo, ambas convocatorias manifiestan muchas debilidades por lo que hace a su planificación y objetivos.
La llamada Cumbre Social del 15S parece haber suscitado mayor apoyo entre los actores sociales. Sin embargo, muchas de las organizaciones convocantes se quejan de la falta de transparencia y diálogo por parte de CCOO y UGT, que se limitaron a presentar un documento cerrado (que no admitía cambios) a los participantes de la "Cumbre", como si la foto fuera más importante que un debate genuino sobre la magnitud y naturaleza de los procesos en marcha. Reacios a entrar en esta cuestión, los grandes sindicatos no parecen dispuestos a reconocer la verdadera dimensión de esta crisis, que afecta a los mismos cimientos del sistema capitalista. Así, los objetivos de esta Cumbre social nos parecen ciertamente ambiguos: exigir al gobierno un referéndum sobre los recortes parece hoy algo ingenuo, cuando todos consideran probada la completa sumisión de Rajoy y sus aliados europeos al gran capital financiero. Si el gobierno no convoca el referéndum, amenazan los sindicatos, lo organizarán ellos mismos, un proceso lento y farragoso que, lejos de contribuir a la radicalización de la contestación social, amenaza con mermar la capacidad de movilización de las bases sindicales.
Por otro lado, la convocatoria del 25S tampoco tiene todo a su favor. Ocupar el Congreso, forzar la destitución del gobierno y posibilitar un nuevo proceso constituyente puede parecer un objetivo noble y necesario. Sin embargo, parece discutible la idoneidad del momento. Aunque el movimiento fuera capaz de vencer el pulso a las fuerzas del orden, lo más probable es que, en ausencia de un sujeto político organizado capaz de coordinar el proceso, la revolución fuera robada a las clases populares. Tenemos algunos ejemplos claros de ello en las recientes revoluciones del mundo árabe. Tanto en Túnez como en Egipto la clase trabajadora jugó un papel vital a la hora de derrocar las tiranías de Ben Ali y Mubarak. El poder, en cambio, sigue hoy en manos de unas élites económicas y políticas que sólo han cambiado de rostro. Este sujeto político revolucionario del que hablamos debe construirse por la base y sumar a todas las organizaciones que luchan actualmente contra los recortes y la dictadura del capital financiero. El movimiento 15 M nos parece una buena base y podría jugar en un futuro no muy lejano este importante rol, pero debe ser capaz de penetrar en los centros de trabajo para sumar a los mejores elementos de la clase trabajadora y de crear estructuras de coordinación estatal más efectivas. El miedo a nombrar delegados o portavoces puede llevar a un efecto contraproducente: que sean los grandes medios de comunicación capitalistas los que hablen por el movimiento y dirijan la conciencia colectiva.
Como miembros de una organización revolucionaria los militantes de SR evitamos en definitiva el debate sectario en torno a si es mejor apoyar la Cumbre Social del 15S o la marcha para Ocupar/Rodear el Congreso del 25S. Ninguna de estas convocatorias va a aportar por sí sola una solución definitiva a las graves amenazas que se ciernen sobre la clase trabajadora, frente a las que urge construir una estrategia de lucha sostenida a medio plazo. Nuestros camaradas forman parte de las filas del movimiento obrero organizado en sus distintas tradiciones, tradiciones que no son en ningún caso excluyentes. Seremos parte por tanto de todas aquellas movilizaciones encaminadas a derrocar la dictadura de los mercados, una poderosa tiranía que solo puede ser vencida desde la unidad de la clase trabajadora.